NUNCA, NUNCA MÁS.
Jorge Elieser Gaitán pronunció la mal llamada Oración por la paz el siete de febrero del cuarenta y ocho, tres meses antes de su asesinato. Leerá, usted, a continuación, la mal llamada Oración por la paz, sólo si me permite llevarlo de la mano. Sea usted bienvenido al nacimiento del neofranquismo.

[2] En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes —de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies— han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen. La segunda parte de su discurso explicita que la multitud congregada es una multitud a cuyos derechos no se ha hecho justicia: el pueblo acusa, porque el pueblo quiere defender sus derechos. La esencia del republicanismo consiste entre otras cosas en declararse como sujeto de derecho y también en poder acusar conforme a la sustancialidad jurídica cuando las garantías no estén al alcance. La congregación en la plaza decía, primero, soy una persona de leyes; y, segundo, decía hay injusticia, ¡reclamamos!
[3] Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan! Una nueva forma de manifestación de la reclamación: agitación de banderas negras. Esa comunicación no verbal que ligó a la multitud verdaderamente fue algo muy astuto por parte de sus proponentes: las significaciones del color negro y de la agitación de una bandera son profundas. Habría que contar las al menos cuarenta y tres veces en las que Louise Michel usó el adjetivo negro, -a en su Kanak Legends and Chants de Gestes (1885, trad. Mitch Abidor). En efecto, el color negro en sentido político usualmente nos remite a la simbología anarquista, y todavía más si hablamos de banderas negras. ¿Recordáis el símbolo anarquista globalmente reconocido? Miradlo:

En qué sentido una manifestación republicana que clama justicia pueda estar ligada al anarquismo es una cuestión que merecerá posteriormente algún tipo de análisis al menos de mi parte.
[4] Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en su silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa. Apología del silencio que junta a las masas: a eso Gaitán lo llama «la capacidad propia de la disciplina de un partido». El silencio, por primera vez en la historia de la patria, es usado para reclamar justicia y asumirse como autodefensor de sí mismo. La multitud que calla no sólo pertenece a un común partido, sino que no actúa violentamente a pesar de que ha sido magullada. Política y prácticamente la multitud reclama honda y pacíficamente: esa es la esencia de su silencio.
[5] Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque ese concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que solo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados. Este es el párrafo que esclarece el motivo de la congregación multitudinaria en la plaza. Gaitán sentencia para la historia que la Violencia en Colombia comenzó antes de su muerte: los liberales, sus hombres, ya eran villanamente asesinados. La congregación es una demostración del tan grave fenómeno: la Violencia en Colombia. Gaitán ya denunciaba, tomando la voz popular, que la sangre seguía derramándose y que las leyes no se cumplían. La Oración por la paz es el discurso de Gaitán de finales de los años cuarenta que evidencia hoy que la Violencia en Colombia comenzó incluso antes de la mitad del siglo XX. Ha mucho tiempo la sangre de nuestros compatriotas se ha derramado. Con toda seguridad el rojo es mayor al azul y al amarillo juntos.
[6] Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad. Gaitán cree poder señalar responsables de la Violencia, de ahí que reclame él, y la turba congregada, al entonces presidente Ospina. La restitución del orden, de la tranquilidad pública, es así para Gaitán un ejercicio del mandato presidencial, y en consecuencia exclama al presidente Ospina: ¡Todo depende ahora de vos! Habla de la ciega perfidia de los asesinos de sus hombres, y a los tales asesinos se refiere con el epónimo cristiano de espíritus de mala intención. En efecto, el cristianismo cree que los mundanos fueron quienes clavaron a Jesús en la cruz: ellos también hallan con mucha facilidad un responsable de la Violencia.
[7] Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable. Gaitán reivindica el pedestal del cristianismo: el amor. Esta vez la fama reconocida es que el amor al menos era el mandamiento de Jesús más arraigado del pueblo colombiano.
[8] Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización! Fíjese cómo a una oración negativa cuyo verbo tiene número plural (no os reclamamos…) le sigue una oración de petición cuyo verbo también tiene número plural (os pedimos…) y cómo a ésta le sigue una exclamación de petición, ¡cuyo verbo incluso también tiene número plural (¡Os pedimos…)! Ahora fíjese que Gaitán intenta informar que su reclamación es supraeconómica o suprapolítica: no os reclamamos tesis económicas o políticas. Ahora también fíjese que Gaitán intenta reconocerse sólo al nivel altivo de nuestra patria, e incluso de la paz y de la civilización. No es que el mensaje que esté enviando se intente saber sólo por encima de la barbarie, sino que intenta además estar a la altura de la patria, la paz y la civilización. No hay nada más que encienda para las masas su celo ardiente que los tan soberbios objetivos: la patria, la paz y la civilización. Lo más grave del discurso de Gaitán es que le está diciendo al presidente Ospina, del partido conservador, que su liderazgo no está ni a la altura de la patria ni a la altura de la paz ni a la altura de la civilización: así comienza la más cruda violencia en Colombia.
[9] Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia! Fíjese cómo, de nuevo, en conformidad con la lógica oratoria de la anterior parte del discurso [8]: a una oración negativa (no somos…) le sigue una oración naturalista de las masas (somos…), y a ésa una exclamación de la capacidad de las masas (¡somos capaces de…). Esta pate del discurso es una incitación belicosa. Despoja a la multitud de la cobardía, y le otorga el orador, en cambio, gallardía; despoja a la multitud de pusilanimidad y obediencia, y le otorga el orador, en cambio, braveza para aniquilar al tirano de Ospina; finalmente Gaitán sugiere, lanzando así una peligrosísima amenaza, que la multitud asistente optará por sacrificarse violentamente por los soberbios propósitos de salvación de la paz y la libertad de la patria. Esto es una calcomanía de los revolucionarios franceses que derrocaron al régimen:
Pero también es una calcomanía de unos personajes rojos, rojos, rojos, rojitos:

[10] Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia. Como los movimientos más violentos de la historia reciente, Gaitán opta por seducir a la fuerza de los trabajadores en su proyecto sangriento de defensa de la vida humana a cualquier costo. Gaitán se lava muy astutamente las manos, porque le pide a Ospina que impida él la violencia, ¡cómo si el fin de la violencia sólo exigiera la capitulación de una de las partes! Su ideal que busca el progreso de Colombia está cargadísimo de enemistad: tajantemente Gaitán intenta volcar contra el presidente conservador a toda la fuerza laboral del país y en general a todos los defensores de la vida, ¡vaya oración por la paz!
[11] Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes! Aquí emplea, Gaitán, muy astutamente el cristianismo, tan arraigado entre las gentes, para devolverle al presidente conservador, Ospina, una muy seria y algo camuflada amenaza. Si sus hombres habían sido vilmente asesinados, ¿qué quiso decir Gaitán con reproducir el popularizado mandamiento ojo por ojo, diente por diente? ¡Gaitán manda a luchar vilmente hasta a su madre, a su esposa, a su hijo y a sus bienes!
[12] Os decimos finalmente, Excelentísimo señor: bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia! La última parte del discurso de Gaitán no puede ser sino la peor de las ironías jamás inventadas por un gran político y por sobre todo por uno de los mejores oradores que ha parido la República de Colombia.
Yo he demostrado, en consecuencia, por primera vez en la historia de Colombia, por qué la mal titulada Oración por la paz del líder liberal, Jorge Eliecer Gaitán, fue más bien una Apología de la lucha popular. No pudiera ser de otra manera: por la belicosidad de Gaitán yo no seré Gaitanista nunca más, y, aún todavía, nunca jamás escribiré en rojo.
J.S. Franco.
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